Casualmente llegó a mis manos un pequeño trozo de una entrevista que le hicieron a Vladimir Lukin (defensor de derechos humanos de la Federación Rusa) respecto de la conmemoración del "Gran Terror" de la era Stalin.
En este párrafo don Vladimir dice que el "único método efectivo contra el terrorismo de estado es que la sociedad controle a las autoridades y no deje que éstas concentren todo el poder".
En mi opinión, es ese el meollo del asunto. La sociedad tiene el DEBER y acaso la FUNCIÓN de reprimir a las autoridades cuando así lo merecen.
Pocas sociedades ejercen aquel derecho/deber, y las consecuencias (BUENAS para la ciudadanía, por lo demás) del ejemplo más famoso se ven hasta hoy: Francia.
martes, 7 de agosto de 2007
sábado, 21 de julio de 2007
Medios del Poder
Se introdujo la interesante Paradoja del Poder y quedará en deuda el análisis que desentrañe al verdadero agente detrás del Estado, el que lo utiliza como instrumento coercitivo. Esto porque urge analizar la pregunta que JM plantea acerca de la administración de Poder, pero antes la obtención de este.
Para hacerlo es necesario desmembrar más fino acerca de los medios de negociación que restringen la relación de Poder.
Por culpa de esas coincidencias que a menudo nos suceden, llegó a mi poder un libro titulado “El cambio del poder” de Alvin Toffler. Obviamente llegó, lo que le concede el título de coincidencia, después de haber planteado aquí el tema del Poder. Es muy probable que en otro momento conversemos acerca de las coincidencias, lo que sucederá sin duda en El instante adecuado.
Prosigo, el autor reconoce, a mi parecer adecuadamente, tres medios como los más importantes que emanan Poder: violencia, riqueza y conocimiento. A esta triada agregaría yo el binomio confianza-lealtad, al cual identificaré por simplicidad sólo como confianza. Estos medios emanan distintas calidades de Poder. El conocimiento y la confianza son los de mayor calidad al ser los que dan resultados más flexibles en el ejercicio del Poder. Con estos últimos el poderoso puede lograr incluso que el legitimador desee por cuenta propia hacer lo que el poderoso quiere e incluso darle las gracias. No sucede así con la violencia y la riqueza, ya que con la primera sólo puedes castigar mientras que con la segunda, a pesar de ser de mayor calidad, sólo puedes sobornar o incentivar.
Si un grupo de legitimadores desea llegar a administrar el Poder deberá utilizar una configuración de estos medios. Así por ejemplo, si analizamos las revoluciones por la vía armada vemos que, aparentemente, hay una utilización prioritaria de violencia. No hay que engañarse, el conocimiento y la confianza aparecen en las sombras motivando a que el resto de la población la apoye. Pero no sólo allí, también influyen directamente en la estrategia de guerra y en la disciplina interna de los insurgentes; asimismo, la riqueza se despliega en la obtención de armas y municiones, así como en la publicidad hacia el resto de la población. Importante es observar que el bando revolucionario suele estar en desventaja de material bélico frente al ejército del Estado imperante.
Así, tal y como se ve en el ejemplo, el conocimiento y la confianza parecen ser los medios más útiles para la obtención de Poder. Interesante es que el conocimiento -hasta cierto límite- y la confianza son más accesibles a la población que la obtención de riquezas o armas.
Para hacerlo es necesario desmembrar más fino acerca de los medios de negociación que restringen la relación de Poder.
Por culpa de esas coincidencias que a menudo nos suceden, llegó a mi poder un libro titulado “El cambio del poder” de Alvin Toffler. Obviamente llegó, lo que le concede el título de coincidencia, después de haber planteado aquí el tema del Poder. Es muy probable que en otro momento conversemos acerca de las coincidencias, lo que sucederá sin duda en El instante adecuado.
Prosigo, el autor reconoce, a mi parecer adecuadamente, tres medios como los más importantes que emanan Poder: violencia, riqueza y conocimiento. A esta triada agregaría yo el binomio confianza-lealtad, al cual identificaré por simplicidad sólo como confianza. Estos medios emanan distintas calidades de Poder. El conocimiento y la confianza son los de mayor calidad al ser los que dan resultados más flexibles en el ejercicio del Poder. Con estos últimos el poderoso puede lograr incluso que el legitimador desee por cuenta propia hacer lo que el poderoso quiere e incluso darle las gracias. No sucede así con la violencia y la riqueza, ya que con la primera sólo puedes castigar mientras que con la segunda, a pesar de ser de mayor calidad, sólo puedes sobornar o incentivar.
Si un grupo de legitimadores desea llegar a administrar el Poder deberá utilizar una configuración de estos medios. Así por ejemplo, si analizamos las revoluciones por la vía armada vemos que, aparentemente, hay una utilización prioritaria de violencia. No hay que engañarse, el conocimiento y la confianza aparecen en las sombras motivando a que el resto de la población la apoye. Pero no sólo allí, también influyen directamente en la estrategia de guerra y en la disciplina interna de los insurgentes; asimismo, la riqueza se despliega en la obtención de armas y municiones, así como en la publicidad hacia el resto de la población. Importante es observar que el bando revolucionario suele estar en desventaja de material bélico frente al ejército del Estado imperante.
Así, tal y como se ve en el ejemplo, el conocimiento y la confianza parecen ser los medios más útiles para la obtención de Poder. Interesante es que el conocimiento -hasta cierto límite- y la confianza son más accesibles a la población que la obtención de riquezas o armas.
Para continuar contestando acerca de la administración del Poder es necesario escarbar en el agente detrás del Estado. Es decir una vez que "el pueblo" -pues no suele ser todo él- toma el Poder, qué Estado implementará. De allí se desprenderán los modos de administración.
sábado, 14 de julio de 2007
La paradoja del poder
Como bien lo expuso Sebas, parece ser que nos enfrentamos a una paradoja: los verdaderos poderosos son los legitimadores. O sea, quien "acepta" a un poderoso es quien realmente posee el poder.
Esto me recuerda algunos intentos de movimientos de 'desobediencia ciudadana', en los que se intenta presionar al gobierno mediante la ignorancia de las normas establecidas. No se trata necesariamente de violencia ni huelgas, sino algo aún más profundo.
Imaginen que nadie cumpla ningún horario; que nadie respete los semáforos; que, pese a recibir multas, los conductores se estacionen en cualquier lugar; que TODOS se nieguen a pagar un boleto de entrada a algún lugar. Esto, junto a muchos otros actos no-violentos, desembocarían en un caos generalizado, afectando al gobierno de turno donde más le duele: en la "confianza de inversión extranjera".
Algo relacionado con el poder aparece mencionado en la última película de Michal Moore, Sicko, y que considero una gran verdad. En Francia existe una muy buena calidad de vida en parte debido a que el gobierno le tiene respeto -o cierto temor- a la ciudadanía (¿tal vez desde la revolución francesa?). El pueblo francés demuestra su descontento frente al mundo político con marchas cada vez que hay algo que no les parece correcto, y hace no mucho tiempo hubo grandes y violentas protestas en sectores de Francia donde quemaban más de 50 autos diarios.
En Estados Unidos (el oh maravilloso ejemplo que Chile persigue) ocurre todo lo contrario: la ciudadanía le tiene respeto -o bastante temor- al gobierno. Es tal vez por eso que en EE.UU., pese a su supuesta riqueza monetaria y humana, haya condiciones de vida que distan MUCHO de los países verdaderamente desarrollados. Los sistemas laboral, migratorio, educacional, habitacional y de salud son INMENSAMENTE superiores en Francia, Suiza, Inglaterra y varios otros. Claro, los impuestos son también inmensamente superiores, pero en mi parecer vale la pena.
Cuando los legitimadores no se dan cuenta de que ellos son los responsables de asignar el poder, tenemos estilos de vida como los de EE.UU. o Chile. Cuando sí se dan cuenta, tenemos Inglaterra o Francia.
Ahora, se puede abrir un tema también interesante: ¿Cómo administrar el poder, siendo legitimador? Se necesita un grupo de personas, en mi opinión. Sin embargo, este grupo de personas querrá ser liderado por alguien, y ahí tenemos una nueva delegación de poder. Y si se otorga el poder al ser humano incorrecto... tenemos un nuevo fracaso, a menor escala pero que impactará en el objetivo mayor, que es la administración del poder.
Paradójico y, al parecer, infinito.
JM
Esto me recuerda algunos intentos de movimientos de 'desobediencia ciudadana', en los que se intenta presionar al gobierno mediante la ignorancia de las normas establecidas. No se trata necesariamente de violencia ni huelgas, sino algo aún más profundo.
Imaginen que nadie cumpla ningún horario; que nadie respete los semáforos; que, pese a recibir multas, los conductores se estacionen en cualquier lugar; que TODOS se nieguen a pagar un boleto de entrada a algún lugar. Esto, junto a muchos otros actos no-violentos, desembocarían en un caos generalizado, afectando al gobierno de turno donde más le duele: en la "confianza de inversión extranjera".
Algo relacionado con el poder aparece mencionado en la última película de Michal Moore, Sicko, y que considero una gran verdad. En Francia existe una muy buena calidad de vida en parte debido a que el gobierno le tiene respeto -o cierto temor- a la ciudadanía (¿tal vez desde la revolución francesa?). El pueblo francés demuestra su descontento frente al mundo político con marchas cada vez que hay algo que no les parece correcto, y hace no mucho tiempo hubo grandes y violentas protestas en sectores de Francia donde quemaban más de 50 autos diarios.
En Estados Unidos (el oh maravilloso ejemplo que Chile persigue) ocurre todo lo contrario: la ciudadanía le tiene respeto -o bastante temor- al gobierno. Es tal vez por eso que en EE.UU., pese a su supuesta riqueza monetaria y humana, haya condiciones de vida que distan MUCHO de los países verdaderamente desarrollados. Los sistemas laboral, migratorio, educacional, habitacional y de salud son INMENSAMENTE superiores en Francia, Suiza, Inglaterra y varios otros. Claro, los impuestos son también inmensamente superiores, pero en mi parecer vale la pena.
Cuando los legitimadores no se dan cuenta de que ellos son los responsables de asignar el poder, tenemos estilos de vida como los de EE.UU. o Chile. Cuando sí se dan cuenta, tenemos Inglaterra o Francia.
Ahora, se puede abrir un tema también interesante: ¿Cómo administrar el poder, siendo legitimador? Se necesita un grupo de personas, en mi opinión. Sin embargo, este grupo de personas querrá ser liderado por alguien, y ahí tenemos una nueva delegación de poder. Y si se otorga el poder al ser humano incorrecto... tenemos un nuevo fracaso, a menor escala pero que impactará en el objetivo mayor, que es la administración del poder.
Paradójico y, al parecer, infinito.
JM
lunes, 9 de julio de 2007
El Poder
Uno de los conceptos que más se utilizan. Sin embargo, la mayoría de las veces no se analiza con detenimiento a qué nos referimos en realidad. Es de esos conceptos que todos “entendemos” y nos cuesta tremendamente explicar. Esta empresa de concretizar el concepto es valiosa para profundizar las discusiones, para tener un mejor entendimiento de cómo funciona la sociedad… no extiendo más la introducción y doy paso a mi primer acercamiento: traspasaré definiciones y esquemas que inventé.
Diremos que El Poder es una relación entre dos agentes; estos agentes representan conjuntos de sujetos que están inmersos en cierta realidad e historia. Pues bien, en esta relación, uno de los agentes cumple rol de “poderoso” y otro de “legitimador”. La relación queda descrita como sigue:
El Poder es la relación en la que un agente (el “poderoso”) tiene -y está en calidad de ejercer- autoridad por sobre otro agente (el “legitimador”).
Así, no solamente se requiere que el “legitimador” legitime al “poderoso” sino que simultáneamente, el “poderoso” requiere la legitimación del “legitimador”(¿Trabalenguas?). Esta sutileza, que pudiera concluirse de Perogrullo es la que condiciona al Poder. Es decir, el poderoso debe cuidar su Poder, porque este tiene su límite en la tolerancia del “legitimador”. De modo que podríamos decir que el legitimador tiene también Poder sobre el poderoso, un Poder pasivo.
Cuando introduzco el concepto de autoridad me refiero a las diversas formas en que un agente puede ejercer el Poder sobre otro: imponer discursos, imponer decisiones, imponer paradigmas, imponer órdenes, imponer leyes, entre otras. En caso de no cumplirse estas formas, el “poderoso” debe tener instrumentos coercitivos que le permitan asegurar que la relación se mantiene.
Existen varios tipos de Poder, por ejemplo, la relación [Padre-Hijo], la relación [Profesor-Estudiante], [Empleador-Empleado], [Clérigos-Devotos] o… la relación [Estado-Ciudadanía] ¡No amigos míos! ¡Que tramposa es la última relación!
El Estado no es un Agente. El Estado lo podemos resumir como un conjunto de instituciones, en el que cada una cumple el rol de ejercer la autoridad sobre la ciudadanía. El Estado no es más que el instrumento coercitivo de una relación de Poder.
Desentrañar los Agentes involucrados en esta relación, reconocer y caracterizar al “poderoso” y al “legitimador” es una tarea más que interesante para entender cómo funciona la sociedad. Es uno de los puntos en los que la filosofía se cruza con la política.
Diremos que El Poder es una relación entre dos agentes; estos agentes representan conjuntos de sujetos que están inmersos en cierta realidad e historia. Pues bien, en esta relación, uno de los agentes cumple rol de “poderoso” y otro de “legitimador”. La relación queda descrita como sigue:
El Poder es la relación en la que un agente (el “poderoso”) tiene -y está en calidad de ejercer- autoridad por sobre otro agente (el “legitimador”).
Así, no solamente se requiere que el “legitimador” legitime al “poderoso” sino que simultáneamente, el “poderoso” requiere la legitimación del “legitimador”(¿Trabalenguas?). Esta sutileza, que pudiera concluirse de Perogrullo es la que condiciona al Poder. Es decir, el poderoso debe cuidar su Poder, porque este tiene su límite en la tolerancia del “legitimador”. De modo que podríamos decir que el legitimador tiene también Poder sobre el poderoso, un Poder pasivo.
Cuando introduzco el concepto de autoridad me refiero a las diversas formas en que un agente puede ejercer el Poder sobre otro: imponer discursos, imponer decisiones, imponer paradigmas, imponer órdenes, imponer leyes, entre otras. En caso de no cumplirse estas formas, el “poderoso” debe tener instrumentos coercitivos que le permitan asegurar que la relación se mantiene.
Existen varios tipos de Poder, por ejemplo, la relación [Padre-Hijo], la relación [Profesor-Estudiante], [Empleador-Empleado], [Clérigos-Devotos] o… la relación [Estado-Ciudadanía] ¡No amigos míos! ¡Que tramposa es la última relación!
El Estado no es un Agente. El Estado lo podemos resumir como un conjunto de instituciones, en el que cada una cumple el rol de ejercer la autoridad sobre la ciudadanía. El Estado no es más que el instrumento coercitivo de una relación de Poder.
Desentrañar los Agentes involucrados en esta relación, reconocer y caracterizar al “poderoso” y al “legitimador” es una tarea más que interesante para entender cómo funciona la sociedad. Es uno de los puntos en los que la filosofía se cruza con la política.
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